domingo, 15 de abril de 2012

Me ganas


Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tu aliento. Ojalá en mi mano estuviera el poder de verte abrir los ojos al amanecer y colocar la sonrisa en tu cara cada vez que me diera la gana. Nacer bajo el nombre Ilusión, colarme en tu corazón en el instante que me cruzara ante tu mirada y, ser el frío que se esfuma con la manta más caliente que te da, por ejemplo, mamá.
Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tu esperanza. Mataría mi avance por reconocerme el agua que roza tu pelo al caer la luna o, no dejarla en el suelo y poder tirarla tú con tu fuerza al lugar donde la luz se anhela. Creerme suspiro que sale de tus recuerdos para no borrarlos nunca. Nunca. Refugiarme en un horizonte mucho más certero que la última línea en la que te recuestas.
Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tu fuego. Quemaría cualquier intento de dolor propuesto en tu larga –para mí corta, siempre corta- existencia. Haría un pacto con el cielo para que tu estancia en él siempre sumara un día más… lejano. Decoraría la nube más grande con el fin de convertirla en tu almohada y, con el olor a mí, pudieras abrazarla cada intento de llanto. Y se esfume. Que se esfume. Que se consiga.
Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tu aire. Entraría cada segundo del Sol en tus pulmones para recordarte que no hay un momento de tus pasos que no te quiera. Ame. Espere.
Despeinaría de un soplo tu abrigo para ver la suerte de cómo alguien, de quien he sacado los mejores valores, te coloca nuevamente en su sitio. Tu sitio a nuestro lado.
Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tu destino. Movería los hilos del sentir para nunca enredarlos y, comenzaría con tu risa un nuevo sueño por cumplir. Cosería con ellos tus trajes más valientes y no dejaría jamás que te deshicieras de la bufanda del amor que un día te regalamos para que envolvieras tu voz. Tus palabras de cariño en nuestro espíritu.
Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tus pasos. Jamás encontrarías ante tus pies un bache difícil de esquivar. Las balas en los tobillos sólo serían visiones de una guerra superada… pues la única vigente destinada para ti sería la de a ver quién quiere más. Ganamos la batalla siempre nosotros. Siempre. Tú y Soler. Tú y tus Soler.
Haría más corto el sendero de la ausencia y te indicaría la arena más suave. Más fácil. Más tú. Siempre tú.
Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tu espalda. Soportaría cualquier puñalada para curarte la herida que, con mis manos, transformaría en tatuaje de enseñanza. La que de ti he aprendido.
Cubriría ese espacio con los miedos más auténticos: los de no querer perdernos. Nunca lo harás. Nunca lo hiciste.
Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tu "te quiero". Me jugaría el cuerpo por notarme palabras del sonido de ese espíritu... pero, ¿quién me dice que no lo haya sido ya?

Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tu vida.
Soy yo la que gana por ser la vida que me das.

Gracias, Papá…

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