domingo, 16 de junio de 2013

Remember



Un Lunes de Junio, al volver de Barcelona, escribí lo que hoy en día no es ni la mitad de lo que siento. Tú y yo somos tan especiales que no tenemos un día específico para celebrar que estamos juntos, queriéndonos o llámalo X. Supongo que ahí tenemos la respuesta: todos nuestros días son especiales. Recuerdo el 17 de Junio cuando me besaste por primera vez como si fuera hace un ratito… Lo bonito de ti es que eres la única persona del mundo que sabe besar almas con las letras o la voz. Te echo de menos cada segundo, pero me compensa saber que te tengo y que, en cada encuentro, volvemos a vivir nuestro primer beso como aquel Viernes. Te quiero, más que cuando he empezado a escribir estas palabras.

Lunes 20 de Junio de 2011:
Conozco cómo es tu sonrisa de las seis de un viernes, esa que lanzas al mundo desafiante y todos sienten deslumbrar… pero sólo a mí me dedicas.
Conozco tu voz en formato teléfono, formato risa, formato susurro y formato silencio. Conozco cómo te callas pensamientos, cómo muerdes cada sentimiento y cómo me dices con caricias que siga durmiendo en tu pecho.
Conozco tu primera mirada del día y la última de la noche. Conozco cómo son tus ojos cuando tienes el miedo de frente. Cuando observas el temor en mi cara. Conozco cómo son tus ojos antes de sonreírme, antes de besarme, antes de verme llorar. Conozco cada pestañeo, cada parpadeo, cada brillo de vida…
Conozco tu cara de serio, tu rostro de dormido y tu imagen al amanecer.
Conozco la manera más rápida de despeinarte, qué forma es la mejor de tirarte de la camiseta y cuál es la postura más cómoda en tu sofá para que no me sueltes la mano. Tampoco dejar de abrazarme.
Conozco el olor de tu piel, de tus cremas matutinas, el de la humedad de las duchas de primavera y el del humo que apartas con tus movimientos para que no me alcance.
Conozco cómo tomas el café, cuánta leche cabe en él, de qué marca es el queso que le echas a la pasta y a qué altura me escondes los vasos para que no llegue.
Conozco cómo sabe tu cocina, cómo saben tus abrazos, tus besos de buenas noches y el helado de fresa que te cojo de tu plato.
Conozco los números que separan tu casa de la mía, los números de escalones que hay hasta tu cama y el número de teléfono que no he dejado de marcar en 6 meses. Conozco qué número de pie calzas y en cuáles se hallan tus canales de la tele. Pero ignoro la de veces que me has acariciado el pelo este fin de semana…
Conozco las películas de risa, las películas de miedo, las películas que soñamos y la película que vivimos.
Conozco qué es ganarte a los pulsos que echamos con los dedos, cómo bebes cerveza y me abres la vaselina que huele a piruleta.
Conozco tu preocupación, cómo estás pendiente de mí, cómo me arrebatas la maleta, cómo quieres que me ponga buena cuando me duele la tripa y cómo me susurras al oído eso de “Shhh… sigue durmiendo, no te preocupes” (algún día sabrás que sobre tu camiseta existieron mis lágrimas).
Conozco la oscuridad de tu habitación, la luz de la mañana, el color morado que reposa sobre tus sábanas, el amarillo de tus toallas y el de vida que hay en tus pupilas.
Conozco las terrazas de verano, los trucos de magia, las tiendas de trajes de novia y las palabras al oído en una estación de autobuses.
Conozco lo mejor de Barcelona escondido en un hogar que no me he cansado de ver durante dos días: tú.
Conozco tus idas, venidas, te conozco de pie, sentado, tus bienvenidas…
…pero no me acostumbro a tus despedidas.
Conozco qué es la distancia, sabernos entre un cristal que pronto se mueve de retorno y conozco cómo es el dolor de una separación de corazones.
Conozco qué es enamorarse.
Y ahora que conozco qué es tenerte cerca, qué es despertar a tu lado, cómo es dormirme contigo de la mano y lo grande que se me ha quedado mi sofá desde que estamos lejos, tengo claro algo:
CONOCERTE es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. Y quiero seguir haciéndolo hasta donde mi mente alcanza.

jueves, 4 de abril de 2013

Artículo: La vida al otro lado de la carretera - Albert J. Jovell

Nací un 22 de Junio. A esa fecha le corresponde el signo del zodíaco Cáncer. Ignoro el porqué, pero cáncer también es el nombre de una enfermedad. Los médicos rara vez hablamos de cáncer, nos gusta más llamarlo de otras maneras: linfoma, carcinoma, neoplasia, tumor, sarcoma, u otras denominaciones. Es como si fueran muchas enfermedades en lugar de una que, por cierto, se llama cáncer. Socialmente también cuesta llamarla así; es la larga y penosa enfermedad. Es esa C a la que todos temen y nadie se atreve a nombrar. En realidad, el cáncer no es ni una ni muchas enfermedades. El cáncer son tres enfermedades en una. A saber: la enfermedad orgánica, la emocional y la social. La orgánica es la que más interesa a la medicina. Es la que permite hacer clasificaciones y nomenclaturas. Es el juego de imágenes y pócimas. Tratándola los médicos nos sentimos más cómodos. Toda ciencia es poca para el cáncer. La emocional es la que altera el carácter. Aunque algunas personas creer tratarla muy bien con preinscripciones muy simples, del estilo "anímate" o "no te autocompadezcas". La enfermedad social se llama soledad. Se acompaña de silencios significativos y estigmatización como síntomas. Es la conocida e ignorada conspiración del silencio que, a veces, hasta se extiende a la vida profesional. Es la historia de Consuelo, de El animal moribundo de Philip Roth, o de la protagonista de La edad de hierro del Nobel de literatulra J.M.Coetzee. Así, mientras que de la enfermedad orgánica existe ciencia, se escriben hasta tratados y se estudia en las facultades, de las otras dos hay mucha ignorancia. No se enseñan ni en facultades de Medicina. Son enfermedades muy sutiles, tanto que, por no quererse ver, ni aparecen el día de los controles. No se visualizan ni en imágenes ni en marcadores tumorales. Quizá sea porque el cáncer no existe. Los que existen son los enfermos de cáncer, pero eso, a veces hasta incomoda. Con lo difícil que resulta tratar esa enfermedad, ¿cómo vamos a tratar a los enfermos?

El cáncer es algo que se estudia en la carrera de medicina. Lo repartimos entre asignaturas. También lo vemos en algunos pacientes durante las prácticas. Tan distante se percibe que uno creía que el cáncer era a la bata blanca lo que la persona al espejo: una imagen que sólo se refleja pero que nunca permanece lo suficiente para quedarse. Se ve, se identifica, se clasifica, se trata, pero no se tiene. A veces, sólo algunas veces, el cáncer se contempla en la bata blanca y cual Narciso "el bello" va, se enamora de uno y se queda. Eso me pasó a mí. Yo no quería, pero el cáncer sí. En un instante pasas de ser persona normal a ser un enfermo. A partir de ese momento, nada vuelve a ser igual que antes. Hay quien dice que he de dar gracias a Dios porque quizá "me lo han detectado a tiempo" o porque a los cuarenta años "vivo tiempo prestado". A veces me asombro al contemplar cuánto parece que saben los demás de lo que a mí me está pasando. Y yo sin enterarme. Pensamientos e intenciones sin acciones. Quizá ignoran más que saben.
Talk is cheap, cantaba Keith Richards, y Silence is easy cantan los Starsailor. Reaparecen las metáforas, que tan acertadamente describió Susan Sontag después de sufrir un cáncer de mama en La enfermedad y sus metáforas. Por cierto, ¿quién era Damocles y para qué quería una espada? Ahora mismo, ni lo sé ni me interesa. Quizá me esté pasando como a Antoine, el protagonista de Cómo me convertí en un estúpido, de Martin Page. Que lee hasta en el Eclesiastés: El saber acrecienta tu dolor.

Pues resulta que con el tiempo uno descubre que hay vida después del cáncer, y a veces, sólo algunas veces, mucha vida. Incluso puede ser sólo un lance en la carretera del tour de la vida, como bien describe el enfermo de cáncer Lance Amstrong en su autobiografía Mi vuelta a la vida. Es entonces cuando descubres cómo lo cotidiano, abrazar a tu mujer o a tus hijos, se convierte en algo gozoso. ¡Qué preciosos son! "Amor particular", cantaba Lluís Llach. Es así como la enfermedad de la muerte se vuelve irónica y te enseña la pasión por la vida. Como cantaba Joan Manuel Serrat: "Uno se cree que los mató el tiempo y la ausencia, pero su tren vendió boleto de ida y vuelta. Son aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas, en un rincón, en un papel o en un cajón y que hacen que lloremos cuando nadie nos ve". Lo habital se convierte en lo excepcional. Born to run, cantaba Bruce Springsteen. Más de cuarenta mil correos electrónicos recibidos y quince mil de ellos contestados, múltiples lecturas y escritos, proyectos de diferentes formas, y clases y conferencias en todo Europa junto a una vida personal llena de colores y matices, formas y contendos, magia y precisión, trabajo y controles atestiguan que es posible vivir una vida plena y con sentido colocando a Damocles y su espada, de momento, distraídos en otras batallas. "Hoy puede ser un gran día" también cantaba Serrat. Aprender a convivir con el cáncer es un buen inicio de tratamiento. La pena, es que la medicina y la ciencia, tan entretenidas en lo orgánico, pierdan esos matices que permiten marcar la diferencia en el confort y la mejora de la calidad de vida de los enfermos. Quizá eso se tendría que enseñar a los médicos y, quizá, los médicos enfermos, acostumbrados a cruzar constantemente la carretera que separa el saber del tener la enfermedad, podamos aportar mucho a la enseñanza de cómo mejorar la relación entre médicos y pacientes. Si la experiencia de estar enfermos nos pertenece, deberíamos ser capaces de compartirla con otras personas, porque, tarde o temprano, el tour de la vida nos conduce a todos a estar en un mismo y único lado de la carretera. Hoy por ti, mañana por mí.

Albert J. Jovell
El País, 20 de Abril de 2004, Premio Víctor Grífols al mejor artículo de ética del año.

lunes, 31 de diciembre de 2012

Feliz año Nuevo -Almudena Grandes-

Empezamos mal, lo sé. La detestable herencia de 2012 proyecta una borrasca de negros nubarrones sobre nuestras cabezas. Hemos dado sangre, sudor y lágrimas, a cambio de más sangre, de más sudor y de más lágrimas, pero todavía quieren más, aún dicen que no es suficiente. Que, de momento, no van a subir el IVA, así que lo subirán. Que quizás ha llegado el día de revisar el derecho a la huelga, así que lo limitarán. Que tanta manifestación da muy mala imagen de nuestro país, así que buscarán una fórmula para seguir despojándonos de nuestro patrimonio, vendiendo empresas públicas, desmontando servicios, deteriorando la democracia y endureciendo las condiciones de vida de los más débiles, sin que la gente salga a la calle a protestar. Ahora la estupidez sucede al crimen. Nada tan oportuno como este viejo verso de Luis Cernuda para saludar al año que empieza.

Y sin embargo, yo les voy a pedir que sean felices. Que busquen en su interior la llama de una ilusión pequeña, pero tenaz, y la alimenten con mimo durante los 365 días que nos esperan. Que se cuiden, y cuiden a los que tienen cerca. Que sonrían a los adultos, que les hagan cosquillas a los niños. Que canten viejas coplas, alegres o nostálgicas, y bailen agarrados, que se besen mucho, todo lo que puedan, y se esmeren en cocinar platos sabrosos, barrocos, para disfrutarlos juntos en mesas vestidas con manteles blancos. Que aprovechen las mañanas de sol y las tardes de lluvia. Que se muestren orgullosos de su amor. Que lo derrochen.

La amargura nos hará débiles. La indiferencia, la desesperanza, la desunión de las víctimas, fortalece siempre a los culpables. No lo consientan. No les dejen entrar en su casa, emborronar sus paredes, secar sus macetas, acechar el sueño de sus hijos. Sean fuertes, por favor, y sean felices. Porque la felicidad es la mejor manera de resistir.

Como si fuese la primera vez

Quiero creer que voy a mirar este nuevo año como si fuese la primera vez que desfilan 365 días ante mis ojos. Ver a las personas que me rodean con sorpresa y asombro, alegre por descubrir que están a mi lado compartiendo una cosa llamada amor, de lo que se habla mucho y se entiende poco.

Subiré al primer autobús que pase, sin preguntar a dónde va, y me bajaré en cuanto vea algo que me llame la atención. Pasaré por delante de un mendigo que me pedirá una limosna. Tal vez le dé, o tal vez piense que se lo gastará en bebida, y siga adelante, oyendo sus insultos, y entendiendo que esa es su forma de comunicarse conmigo. Pasaré por delante de alguien que está intentando destrozar una cabina telefónica. Tal vez intente impedírselo, o tal vez entienda que hace eso porque no tiene con quién hablar al otro lado de la línea, y de esa forma intenta espantar su soledad.

En cada uno de estos 365 días miraré todo y a todos como si fuese la primera vez, sobre todo las cosas pequeñas, a las que ya estoy tan acostumbrada que he olvidado la magia que las envuelve. Las teclas de mi ordenador, por ejemplo, que se mueven con una energía que no comprendo. La página que aparece en la pantalla, y que hace mucho que no se manifiesta de manera física, aunque yo crea que estoy escribiendo en una hoja blanca, donde es fácil corregir con sólo pulsar una tecla. Al lado de la pantalla del ordenador se acumulan algunos papeles que no tengo paciencia de poner en orden, pero si descubriera que esconden novedades, todas estas cartas, impresos, recortes, recibos, ganarían vida propia, y tendrían historias curiosas que contarme, sobre el pasado y el futuro. Tantas cosas en el Mundo, tantos caminos recorridos, tantas entradas y salidas en mi vida.

Voy a ponerme una camisa que acostumbro a llevar, y por primera vez voy a fijarme en su etiqueta, en la forma en que fue fabricada, y voy a intentar imaginar las manos que la diseñaron, así como las máquinas que transformaron ese diseño en algo material, visible.

Incluso las cosas a las que estoy habituada, como la taza de café de la mañana, las botas que después de mucho uso se transformaron en una extensión de mis pies, se revestirán del misterio del descubrimiento. Que todo lo que toque mi mano, vean mis ojos, pruebe mi boca, sea ahora diferente, aunque haya sido igual durante muchos años. Así, dejarán de ser naturaleza muerta, y pasarán a transmitirme el secreto para estar conmigo tanto tiempo, y manifestarán el milagro del reencuentro con emociones que la rutina ya había desgastado.

Quiero mirar por primera vez al Sol, si mañana hace Sol; a las nubes, si mañana está nublado. Después olvidaré todas las cosas que aprendí respecto a las estrellas, y estas se transformarán de nuevo en ángeles, o en niños, o en cualquier cosa que me apetezca creer en el momento.
El tiempo y la vida han ido transformando todo en algo perfectamente comprensible, y yo necesito del misterio, del trueno que es la voz de un dios encolerizado, y no una simple descarga eléctrica que provoca vibraciones en la atmósfera. Quiero de nuevo llenar de fantasía mi vida, porque un dios encolerizado es mucho más curioso, interesante y aterrador que un fenómeno físico.

Y por último, quiero verme a mí misma, cada uno de estos 365 días, como si fuese la primera vez que estuviese en contacto con mi cuerpo y mi alma. Quiero ver a esta persona que camina, que siente, que habla como cualquier otra, quiero admirar sus gestos más simples, como conversar con el cartero, abrir la correspondencia, contemplar a su chico durmiendo a su lado, preguntándose con qué estará soñando.

Y así, seguiré siendo lo que soy y lo que me gusta ser, una constante sorpresa para mí misma. Esta yo que no fui criada por mi padre ni por mi madre, ni por mi colegio, sino por todo aquello que viví hasta hoy, olvidé de repente, y estoy descubriendo de nuevo.

viernes, 26 de octubre de 2012

Me hiciste despertar


Te cantaba una canción al oído, te besaba con los ojos cada vez que tú dormías, hacía poesía con tus sueños sobre la cama, arte de los platos posados en la mesa, música con tus sonrisas y tú, tú de repente me callabas con tu mano sobre mi mano, me deshacías los nudos de mi garganta, me hacías (saber qué es) el amor, me liabas el pelo con tus dedos, como quien se pierde entre las cuerdas de una guitarra, como el que hace de su cuerda floja, la unión más fuerte al corazón, como el que acaricia el amor sobre una chica rubia. Sobre una chica enamorada.
Mi nariz recorría tu vida oliendo a nuevo. A nueva ilusión, a nuevo despertar, a nueva vida. Tu espalda estaba fría esperando un invierno de chocolate caliente, de brazos apretando, de noches en vela con tus velas.
Cogimos un tren al centro de tu ciudad, al centro de mi sentir. Y verte a mi lado fue lo más bonito que me ha pasado nunca. Lo más breve, lo más auténtico. Y, sin esperarlo, todos los viajes posteriores se me hacían eternos, se me hacían grandes, se me hacían ausentes.
Ya no había nadie que supiera mirarme como tú. Ya no hay nadie como tú…
Y dejé de cantar canciones para componerte entre notas cada día, besar tu camiseta cada Luna como quien anochece perdiéndose en las arruguitas que deja tu sonrisa, versar en la soledad de una cama vacía, de una mesa con platos para dos y comida para una, la melodía de tu lejanía, la falta de tus manos, que nunca se van, que siempre están, que me agarran las ganas, las fuerzas… Para enredarlas hasta Diciembre, esperando a que hagas nudos marineros y nademos con libertad, por fin, por principio.
Te encuentro por cada calle que no has recorrido, te noto latir de una manera nueva cada amanecer con tus letras.
Eres lo que siempre recordé cuando todo lo olvidé.
Qué bonito que seas mi Tú. Mi Nosotros. Mi Él en cada conversación.
Qué me pasa hoy, que sólo tengo sentimientos sin saber de nexos para enlazarlos en una historia. Qué me pasa desde hace años, que toda unión es la que siento al abrazarte en una ducha silenciosa, en un baño de lágrimas, en un destino que llega antes de lo esperado…
Se me agotan las excusas para darte un puñado de razones por las que (ad)mirarte, se me llena la boca para contarte que me enamoras cada día con tus ganas.
Un escrito sin sentido para ti, que tienes el de mi vida…
Gracias por dejarme que te quiera tanto. Gracias por dejarte querer así.
Te echo de menos... cariño.

domingo, 16 de septiembre de 2012

La incertidumbre de la Vida

Qué difícil es entender a las personas, saber qué les pasa por dentro y por qué llegan a hacer ciertas cosas.
Puede que detrás de una sonrisa y de una pose de alegría, haya una tormenta y tú no tengas ni idea. Detrás de la cara mas seria, puede haber un brillo de amor... y tampoco te das cuenta.
Supongo que tendremos que aprender a mirar detrás de la máscara.
Pues sí, es difícil entender a la gente... todos somos muy raros. Podemos ser leales a nuestras ideas y de pronto, sentir un rayo de simpatía hacia nuestro enemigo.
Hay veces en que lo mejor sería darle una patada a la lealtad, sobre todo cuando nos lleva a colocarnos del lado más chungo. O cuando, por ser leales a nuestros principios, ponemos en peligro lo que más queremos.
Pero, si es tan mala, ¿por qué nos cuesta tanto perdonar una deslealtad?
Supongo que nada es blanco o negro, que hay momentos malos pero también momentos de luz en que la vida vale la pena. Hay cosas que te conectan a vivir, aunque la lealtad te aparte muchas veces de lo que más deseas.
Un profesor que se va, te hace sentirte un poco huérfano: le das las gracias, le despides, le haces un regalo, y te tragas las palabras de reproche, la rabia de que te deje abandonado. Lo mismo que al volver de un viaje: te quedan las buenas sensaciones y también, el sabor amargo de que todo sea ya un bonito recuerdo. Pero a veces, está en nuestra mano que la felicidad dure un poco más. Sólo hay que atreverse a dar el paso y salir de la cómoda melancolía. Está en nuestra mano caminar al frente y defender lo que nos da la vida. También está en nuestra mano rechazarlo. 
Somos personas llenas de luz y sombras capaces de lo mejor y lo peor.
La vida es muy rara, una mezcla de encuentros y desencuentros. La vida es tan rara que te niega una simple caña con la persona que te gusta.... 
...y al mismo tiempo les hace un hueco a los amores imposibles.

martes, 12 de junio de 2012

Y entonces, era bonito.

12 de Junio de 2011

Eres mucho más de lo que ven, lo que sienten, lo que respiran, lo que leen. Eres lo que me enseñas, lo que me haces sentir, la manera que me haces suspirar, las palabras que has inventado.

Eres algo más que luz, que risa, que agua, que tierra, que fuego, que , que no. Eres la luz que forma mi nombre, la carcajada más fiel de mi teléfono, el agua que me calma las heridas –esas que tanto duelen-, la tierra que piso, el fuego que llevo dentro, el  a mis apuestas de esperanza y el no a la entrada del temor.
Eres más, siempre más que uno más, que un hombre más, que un ser más. Eres mi único, aquel que me ha hecho renacerme, el que me ha enseñado cuánta vida hay en la vida.
Eres tanto en tan poco. Eres el deseo que siempre pedí tras soplar las velas de cumpleaños, eres el sueño que anhelaba cada 31 de Diciembre, eres la ilusión que nacía en las pestañas de cualquier mejilla, eres mi constancia de noches en vela imaginando. Eres el príncipe del cuento, aquel que rescata a la joven que llora, el protagonista de cualquier película americana con final feliz –existen, existes-. Eres el primer amor, el segundo, el verdadero, el último. Eres quien (mal)cría a mis mariposas de la tripa para que vuelen a tu antojo, el que siempre está para abrirme los ojos, cerrármelos, cogerme fuerte de la mano en los exámenes, darme paz. Mucha paz. Toda la paz.
Eres el líder de mis canciones, de mis frases, del brillo de mis ojos. Eres mi amanecer, mi atardecer y mi anochecer.
Eres quien nunca se ha ido, quien nunca me ha fallado. Eres aquel que hace buenos los días con tus “Buenos días”. Eres quien duerme conmigo, quien llora con mis miedos y quien sonríe con mis logros.
Eres mi fuerza, mis ganas, mi ansia. Mi fuerza para arrasar, para tirar, para no caer. Mis ganas de siempre luchar, de siempre lograr, de no tropezar. Mi ansia de crecer, de creer, de crear, de no saberme en el verbo “separar”, de vivir en la eterna locura de estar juntos a pesar de la vida. Nuestra vida. La que tenemos.
Eres los dedos que hay entre mis dedos, los abrazos que llegan cuando echo de menos, las palabras que se han tatuado en mi piel, la mirada que le has dado a mi alma, el camino que han creado mis pies.
Eres pasado, eres presente, eres futuro. Eres ayer, eres hoy, eres mañana.
Eres todo.

domingo, 15 de abril de 2012

Me ganas


Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tu aliento. Ojalá en mi mano estuviera el poder de verte abrir los ojos al amanecer y colocar la sonrisa en tu cara cada vez que me diera la gana. Nacer bajo el nombre Ilusión, colarme en tu corazón en el instante que me cruzara ante tu mirada y, ser el frío que se esfuma con la manta más caliente que te da, por ejemplo, mamá.
Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tu esperanza. Mataría mi avance por reconocerme el agua que roza tu pelo al caer la luna o, no dejarla en el suelo y poder tirarla tú con tu fuerza al lugar donde la luz se anhela. Creerme suspiro que sale de tus recuerdos para no borrarlos nunca. Nunca. Refugiarme en un horizonte mucho más certero que la última línea en la que te recuestas.
Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tu fuego. Quemaría cualquier intento de dolor propuesto en tu larga –para mí corta, siempre corta- existencia. Haría un pacto con el cielo para que tu estancia en él siempre sumara un día más… lejano. Decoraría la nube más grande con el fin de convertirla en tu almohada y, con el olor a mí, pudieras abrazarla cada intento de llanto. Y se esfume. Que se esfume. Que se consiga.
Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tu aire. Entraría cada segundo del Sol en tus pulmones para recordarte que no hay un momento de tus pasos que no te quiera. Ame. Espere.
Despeinaría de un soplo tu abrigo para ver la suerte de cómo alguien, de quien he sacado los mejores valores, te coloca nuevamente en su sitio. Tu sitio a nuestro lado.
Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tu destino. Movería los hilos del sentir para nunca enredarlos y, comenzaría con tu risa un nuevo sueño por cumplir. Cosería con ellos tus trajes más valientes y no dejaría jamás que te deshicieras de la bufanda del amor que un día te regalamos para que envolvieras tu voz. Tus palabras de cariño en nuestro espíritu.
Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tus pasos. Jamás encontrarías ante tus pies un bache difícil de esquivar. Las balas en los tobillos sólo serían visiones de una guerra superada… pues la única vigente destinada para ti sería la de a ver quién quiere más. Ganamos la batalla siempre nosotros. Siempre. Tú y Soler. Tú y tus Soler.
Haría más corto el sendero de la ausencia y te indicaría la arena más suave. Más fácil. Más tú. Siempre tú.
Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tu espalda. Soportaría cualquier puñalada para curarte la herida que, con mis manos, transformaría en tatuaje de enseñanza. La que de ti he aprendido.
Cubriría ese espacio con los miedos más auténticos: los de no querer perdernos. Nunca lo harás. Nunca lo hiciste.
Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tu "te quiero". Me jugaría el cuerpo por notarme palabras del sonido de ese espíritu... pero, ¿quién me dice que no lo haya sido ya?

Soy yo la que pierde por ser tu hija y no tu vida.
Soy yo la que gana por ser la vida que me das.

Gracias, Papá…

miércoles, 7 de marzo de 2012

Cuánta vida en mi vida...

Nunca imaginé que 19 de Junio sería la fecha señalada para empezar a aprender.

Apareciste y, de repente, mi alma dio un salto al inicio para comenzar a formarme como persona. Como humana que siente, padece y vive.

Con palabras y suspiros, me enseñaste sobre la amistad, el valor de las miradas del corazón y de aquellas manos que sujetan sin necesidad de saberse físicamente. Aprendí de ti el significado del amor, de las pasiones que se viven a través de una voz y de los sentimientos que laten en pieles que todavía no han sido rozadas.

Fuisteis tú y el tiempo los más sabios maestros que han creado mi figura. Mírame...

...sigue haciéndolo.

He pisado otro 19 de Junio con unos cuantos centímetros más de moral y los mismos de estatura. Si te pones frente a mí, me ves gigante. Si sigues observándome como siempre lo has hecho, seguirás contemplando lo mejor de mí. Eso siempre me ha gustado: has sabido decirme a gritos mis mayores virtudes. Has sabido, también, hacer que adore mis defectos.

Gracias, por si te lo he dicho pocas veces, por crearme espejos en mi entorno en los cuales soy capaz de contemplarme sin ansias de destrozar mi reflejo. Me siento una mujer fuerte, una mujer sabia que afronta los inviernos con los recuerdos de un verano que no ha dejado de ordenarle la existencia. Ha sido por ti. Lo sabes. Yo sé que lo sabes...

No te escribo un texto con intenciones estéticas, tampoco borro ni un punto, ni una coma de eso que ahora por las entrañas necesita salir... mis dedos te expresan todo aquello que por dentro una voz chilla.

Cuántas veces te habré contado, cuántas noches me habrás escuchado y, sin embargo, a día de hoy creo que no tengo vida suficiente para agradecerte todo lo que en mí has supuesto. Afortunadamente, aún supones.

Lloro, claro que lloro, como no dejé de hacer ese invierno. Y, aunque con latidos diferentes, mis lágrimas se saben por el mismo sentimiento: tenerte. Tenerte. Tenerte.

Y te tengo. Te tengo. Te tengo. Me encuentro entre un mundo que pensaba perdido y siempre, siempre, te observo al lado sonriéndome y diciéndome con tu mirada un: "Muy bien Lu, confío en ti." Joder... ahora yo también lo hago. Creo en mí.

A veces pienso que eres tan grande porque tu corazón necesita un espacio amplio para ocupar tu pecho. También, en muchas ocasiones, siento que tu altura está destinada a abrazarme, estrujarme, y no soltarme nunca. Cortarme la respiración a cada necesidad de compañía... como hacen los (mejores) amigos.

Tengo tantos recuerdos por la mente que me es imposible plasmarlos ahora en estas cuatro paredes que limitan mi desahogo. A fin de cuentas, esto no deja de ser la típica carta que escribes una noche de luna con el fin de tatuar en hojas en blanco esas líneas que tu tripa sostiene. Esos 'te quiero' que te has callado y necesitan ser hablados, salir de entre dientes y pisotones de lengua.
Te quiero.
Te quiero mucho y como nuestro principio. Y me halaga haber tenido la oportunidad de decírtelo a mis anchas después de haberme deshecho de esa parte de Lucía que no me gustaba.

Este escrito no llega a su fin si aún me quedan letras en el tintero, pero alguien debe finalizar este trocito de alma. Lo hago yo con un CONTINUARÁ, y también tú con esos ojos que no dejan de mirarme ahora los agradecimientos (y no dejes de mirarme nunca los sentimientos).

Te siento. Te siento enseñándome a querer, a amar, a soñar, a disfrutar, a vivir y... cómo no, te siento haciéndome persona, humana y amiga.

GRACIAS, no por lo que me aportas, sino por lo que eres capaz de aportar al mundo.

Eres EXISTIR, no lo olvides nunca.

No olvides nunca cuánto te quiero...

miércoles, 29 de febrero de 2012

Descubridora

He decidido centrar mi existencia en aquellas vidas que me hacen falta. Y, os diría que no sé por qué Alejandra ha sido mi primera candidata en el pódium de esto del querer, pero realmente sí soy consciente del motivo: ella es la magia de mi persona. Me descubrió, literalmente. Me fabricó el alma a mi medida y por eso no caigo. Todo lo puso en su sitio para mantenerme en pie en las adversidades o calmas más extremas. Trazó en el aire mi forma física para alimentarla de la espiritual. Sopló a todo pulmón y directas a mi corazón, unas ansias por imaginar que hoy nacen de mi estómago en cada sueño. En cada proyecto. Cosió a mi espalda unas alas suficientemente grandes para volar por cada día que necesitara despegar a mundos creativos. Pasionales. Fabricó un Sol intenso dispuesto a colarse entre mi mirada cada mañana de mi vida. Deshizo los hielos de nuestro planeta temerario para regarme un espíritu demasiado perdido. Demasiado seco. Nunca demasiado floreado tras su paseo por mi ser. Creó los sentimientos más auténticos que hoy afloran en mi piel de la mejor de las maneras. Pegó a sus pies mis miedos más profundos para, con un bonito baile de su figura, deshacerlos en la tierra. Pintó de los colores más notables mis movimientos e, inspiró con la fuerza de su presencia, las palabras que de mi garganta pronuncio y que todos leéis. Escucháis. Melodía a mi alrededor compuesta por su parpadear.

Es una enamorada de la vida. Fuerte con quienes desean escucharla, una creadora de felicidad, un tipo de persona que llega a miles de almas, que ha vivido una vida plena y sin ambiciones vanas porque sus verdaderas necesidades son espirituales. Es una mujer noble y leal, así como un ser capaz de ver la belleza y la verdad allí donde otros no la advierten. Es una de esas personas especiales que pueden encauzar a otros por caminos realmente profundos. Es de aquellas que saben que, si quieres llegar a la cumbre, sólo las estrellas pueden servirte de escalones...


Ella dice que mi interior está repleto de muchas mujeres que no dejan de sorprenderla… y, realmente, Alejandra fue la encargada desde aquel Marzo que la conocí, de haceros ver la Mujer Salvaje que tanto adoro tener pegada a mí… de ser yo misma. La mirada más auténtica y certera que os pueda dedicar, viene de su mano.
Dadle las gracias. Por mi descubridora, hoy por hoy el Lucía no es sólo un nombre.

Te quiero tanto, Burbu… tú me has enseñado a hacerlo.

sábado, 25 de febrero de 2012

Yo sobreviví. Yo vivo.

Lucecita empezando a vivir

Podría comenzar este texto con miles de reflexiones planteadas esta semana. Marcar el inicio con esas letras de noches sin dormir y en forma de lágrimas por la cara. O, incluso, gritaros mi teoría de que todos debemos ser educados para afrontar las pérdidas. Podría, querría, pero creo que, lo mejor es que esas visiones y razones para seguir, se las encuentre uno mismo dentro de su alma. ¿Cuántas veces hemos oído consejos que ya sabíamos o, hemos escuchado frases que nos duelen al rebotar sobre nuestra mente de tan clara que tenemos su función y tan costosa su misión de lograrla? Muchas, yo lo sé porque lo he vivido.
El mejor aprendizaje es aquel que proviene de nuestra imaginación. Y nuestra fuerza. Somos energía, déjame que esto sí te lo recuerde. Positiva, negativa, sólo tú decides cómo emplearla en tus pasos. Es cierto que enfocamos-proyectamos mal, muchas veces y por no saber, el origen y destino de esas moléculas trazadas con la creatividad, pero paciencia. Paciencia porque dejándose llevar, siempre llegamos al punto de nuestra calma. Créete verdaderamente que la vida está tal cual como tú la quieras ver. Las situaciones corren delante de nuestros ojos, como si de una película se tratase, y nosotros somos los encargados de ponerle el sonido de nuestros latidos. Si por un instante silenciáramos las percepciones que nuestro cuerpo experimenta de los momentos, ¿qué ocurre? Son imágenes, fotografías, movimientos, no tienen valor. Nada producen. TODO está en nuestro interior. Nada es malo, nada es complicado, somos los creadores del dolor. Y de la alegría (recuerda siempre: las cosas tienen la importancia que TÚ le quieras dar). Créete también, que nada hay más grande que tú mismo. Yo eso me lo he repetido mucho. Bastante (pero no suficiente). Date cuenta que, cuanto más se llora, más ganas se tiene de llorar. Cuanto peor pensamos sobre los colores del vivir, más se tiñen de oscuros los amaneceres de éste. Es así. Todo está conectado, y no sólo lo decía Macaco con su: “Que todo va unido, que todo es un ciclo, la tierra, el cielo y de nuevo aquí.” También te lo digo yo y cualquiera que ha decidido dejar atrás la supervivencia.
La clave está en no privarse de ningún miedo. Es raro que te diga esto, pero creo que es así. Cuando los has sentido todos, es cuando has podido deshacerte de ellos para ser consciente de qué te conviene en el sonreír. Qué es lo que te gusta. Muy parecido a cuando rechazamos una comida diciendo que no nos agrada sin haberla probado. Muy parecido o muy idéntico, diría yo. Pruébala para, posteriormente, darte el lujo de rechazarla y alimentarte de las que te encantan.
No tengas miedo de tener miedo. Es más, ¡ten miedo!, te lo ordeno. Él nos va a cargar de energía para superar ese bache. Ya te lo he dicho, no hay nadie más grande que tú… ni el propio temor. Alíatelo a tu vida. Hazlo compañero. Sácalo a flote cuando te convenga y, deja que te cuente todas aquellas cosas que te harán sufrir… pero más aprender. Sabes de sobra (confío en tus ansias) que el imán que forma nuestro cuerpo, es para atraer el equilibrio a nuestra vida. Si se te pega algo que no te gusta… deséchalo. Pero escúchalo.
Tampoco te tapes los oídos ni cierres los ojos a nada. Sé que si lo haces, no es cuestión de cobardía, simplemente de protegernos las espaldas. Pero, te cuento que en realidad te las vas a proteger cuando afrontes los problemas. Los dilemas. Retírate esos cascos que refugiaban tus oídos y destapa tus bonitos ojos para escuchar y mirar a la cara a los puñales. Si sabes manejarlos, vas a poder cortar las imperfecciones de las decisiones que te cambiarán el existir. Si los esquivas, cortarán tus propias decisiones dejándolas en pedazos. ¿Me entiendes, a que sí? Lo sé, te noto con ganas.
Nada es eterno, recuérdalo siempre. Los extremos están más cerca de lo que crees y las distancias sólo las creamos nosotros. Puedes conseguir aquello que quieres sólo si lo intentas. El hecho de haberlo realizado, es el logro. Te costará verlo, pero dentro de ti ya está sentida esa satisfacción (mírala porque la tienes).
Deja de prepararte tanto para vivir, y piensa más en la pérdida. No te centres en ella, pero tampoco la ignores. Sólo cuando seas capaz de despertar valorando lo que tienes y meditando que mañana puedes dejar de existir, es cuando estarás en tu máxima plenitud para caminar sin (tantas) preocupaciones. Sólo las de tus deseos. Yo empecé a aprender a vivir cuando aprendí de la muerte.
Déjame que te vuelva a decir que, el método de levantarte de un tropiezo, sólo nace de tus ganas por hacerlo.
Pero no te agobies si hoy no puedes. Yo te entiendo. Y yo estoy contigo para darte el abrazo que tanto necesitas…
…¿lo estás sintiendo? 

jueves, 23 de febrero de 2012

El pasado pisado pero no olvidado.

Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.

¿Terminó tu trabajo?, ¿Se acabó tu relación?, ¿Ya no vives más en esa casa?, ¿Debes irte de viaje? Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente “revolcándote” en los por qué, en rebobinar la cinta y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho. El desgaste va a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando capítulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.

No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. Los hechos pasan y hay que dejarlos ir.
Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, y vender o regalar libros.

Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación.

Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente…

El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú… Suelta el resentimiento. El prender “tu televisor personal” para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarte lentamente, envenenarte y amargarte.

La vida sigue hacia adelante, nunca hacia atrás. Si andas por la vida dejando “puertas abiertas” por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿Posibilidades de regresar? (¿a qué?), ¿Necesidad de aclaraciones? , ¿Palabras que no se dijeron?, ¿Silencios que lo invadieron? Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capítulos. Dite a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio.

Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver. Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo, ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo, desprender lo que ya no está en tu vida.
Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo. Nada es vital para vivir porque cuando tú viniste a este Mundo, llegaste sin ese adhesivo. Por lo tanto, es costumbre vivir pegado a él, y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy te duele dejar ir.
Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente se puede lograr, porque te repito: nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Por eso cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacúdete, suéltate.

lunes, 20 de febrero de 2012

A los hombres que más quise. Hoy.

Las mismas manos con las que creaste mi mundo me rozaron aquella mañana de Viernes la espalda. La luz de un nuevo día entraba por la ventana y tu “Te veo luego” entre susurros se escapaba de tus labios. -Sí, también los mismos que un día me escribieron los "te quiero"- De repente, sentí un beso en la mejilla, cómo cerraste la puerta y yo abrí los ojos. Me hice la dormida. Tú no lo sabes, pero nunca llegué a conciliar el sueño cuando estábamos juntos: prefería permanecer mirándote cada segundo.

Tumbada observando el techo, escuchaba unos pasos crear historia por la escalera. Te alejabas de mí, pero sé que esta vez no por mucho tiempo... te volvía a ver en un rato.
Escuchaba unos latidos, aquí, justo aquí dentro, componer una vida. La mía.
Cientos de imágenes y planes se colaron entre mis ojos. Mis manos olían a ti y, estos dedos que tantas canciones te han compuesto y tantas letras te han dedicado, se deslizaban por ese lado de la cama que sólo me gustaba cuando tú reposabas sobre él.
Caí en el recuerdo de esas plantas que veía crecer en nuestro balcón del futuro, en cómo soñábamos nuestra boda en la playa -Luna de Miel en Bora Bora-, en los nombres de nuestros hijos -Adrià NO-, en la decoración de nuestro yate -¿Qué te gustaría que tuviéramos si poseyéramos todo el dinero del Mundo? Te dije en una llamada telefónica- y en todos los disparates que entre risas nos contábamos…
…y que disparamos un día de Junio.
Ahora me tocaba a mí salir de tu cama, crear historia por esas escaleras testigo de besos, abrazos y sonrisas, sin saber qué, cuando pisara aquel salón, me iba a ver sola. Que tú tienes tu vida, que yo intento construir la mía y que el futuro nunca existe.

Empecé a creer en dioses y destinos cuando te conocí. Cada noche cerraba fuerte los ojos hasta llorar pidiendo a quienes fueran que por favor, esto me saliera bien… hice lo máximo que podía hacerte: (querer y) darlo todo por ti.
Pero a veces no es suficiente: los dioses no existen, el destino tampoco, los sueños que se cumplen siempre son los que no esperas y la gente a la que más quieres no siempre es la que más te quiere.

Rezaba Shakespeare cuando, con su lengua, removía el alma de verdades:
“Después de un tiempo aprenderás que el sol quema si te expones demasiado. Aceptarás incluso que las personas buenas podrían herirte alguna vez y necesitarás perdonarlas. Aprenderás que hablar puede aliviar los dolores del alma… Descubrirás que lleva años construir confianza y apenas unos segundos destruirla… y que tú también podrás hacer cosas de las que te arrepentirás el resto de tu vida”

¿Sabes? Yo he aprendido que por mucho que pueda quemar el Sol, es él el que sale cada mañana indicándome que el peor día de nuestra vida, simplemente va a perdurar lo que en un momento dado duró el mejor. Que debemos agradecer despertar en un nuevo amanecer con la sonrisa.
He comprendido con el paso de suspiros que igual que nos fallan, nosotros fallamos. Y si es por motivo de la pasión de sentirse con vida, es razón para disculpar: no deberíamos nunca condenar al rencor a una persona que se ilusiona y tiene ganas de vivir momentos con otra. Por otra. Por muy unida que tuviera a una mujer a su espalda, por mucho dolor que pudiera sentir aquélla, en este caso, yo misma. No es justo el egoísmo cuando yo un día fui feliz a tu lado (“lo bueno siempre pesa, lo bueno siempre pesa” repítete siempre que te encuentres perdido).
He conseguido realizar con éxito la tarea más complicada de mi vida: el perdonarme a mí misma. ¿Cómo no te voy a perdonar a ti cuando sé con certeza que tu corazón latió a la velocidad del mío?
He visto en mi piel cómo la decepción podía destruir el mejor sentimiento que una persona puede poseer, pero me he aliado al tiempo para comprender que yo también he errado sin querer hacerlo… y queriendo con locura al otro.
Tú.
Aprendes de las lágrimas, y no sabes cuántas he llorado contigo, por ti y conmigo. Por lógica me alzaría con un premio a la más sabia.
No he dejado de saber que las palabras son capaces de aliviar las punzadas que por mi tripa recorren, aunque en algunas ocasiones, quisiera que mi mirada ante ti se silenciara para siempre. Pero no. No. Me arrepentiré el resto de mi vida de cosas que, tú, tú, en su momento hiciste que se disiparan en mi interior para que pudiera convivir con ellas (nunca sabrás con certeza cuánta vida le diste a mi vida).
He observado, conseguido, perdonado, visto y comprendido tanto de ese dolor que creó tu sombra que, ahora que todo tan claro queda en mi mente y mi alma, sólo me queda hacer contigo una última cosa sin cesar: seguir queriéndote. Es lo único que te sé hacer bien.

Me perdono, te perdono, y sobre todo, te agradezco que me hayas hecho ver que, de las cosas malas, siempre sigue quedando lo mejor. No te puedo decir eso de “Gracias por estar conmigo cuando más te necesitaba”, porque yo te necesito siempre. Por eso, sólo te digo que GRACIAS POR HABER LLEGADO. Aunque la vida nos gire, nos cambie de lugar, las historias buenas no se olvidan si no quieres olvidarlas.