sábado, 25 de febrero de 2012

Yo sobreviví. Yo vivo.

Lucecita empezando a vivir

Podría comenzar este texto con miles de reflexiones planteadas esta semana. Marcar el inicio con esas letras de noches sin dormir y en forma de lágrimas por la cara. O, incluso, gritaros mi teoría de que todos debemos ser educados para afrontar las pérdidas. Podría, querría, pero creo que, lo mejor es que esas visiones y razones para seguir, se las encuentre uno mismo dentro de su alma. ¿Cuántas veces hemos oído consejos que ya sabíamos o, hemos escuchado frases que nos duelen al rebotar sobre nuestra mente de tan clara que tenemos su función y tan costosa su misión de lograrla? Muchas, yo lo sé porque lo he vivido.
El mejor aprendizaje es aquel que proviene de nuestra imaginación. Y nuestra fuerza. Somos energía, déjame que esto sí te lo recuerde. Positiva, negativa, sólo tú decides cómo emplearla en tus pasos. Es cierto que enfocamos-proyectamos mal, muchas veces y por no saber, el origen y destino de esas moléculas trazadas con la creatividad, pero paciencia. Paciencia porque dejándose llevar, siempre llegamos al punto de nuestra calma. Créete verdaderamente que la vida está tal cual como tú la quieras ver. Las situaciones corren delante de nuestros ojos, como si de una película se tratase, y nosotros somos los encargados de ponerle el sonido de nuestros latidos. Si por un instante silenciáramos las percepciones que nuestro cuerpo experimenta de los momentos, ¿qué ocurre? Son imágenes, fotografías, movimientos, no tienen valor. Nada producen. TODO está en nuestro interior. Nada es malo, nada es complicado, somos los creadores del dolor. Y de la alegría (recuerda siempre: las cosas tienen la importancia que TÚ le quieras dar). Créete también, que nada hay más grande que tú mismo. Yo eso me lo he repetido mucho. Bastante (pero no suficiente). Date cuenta que, cuanto más se llora, más ganas se tiene de llorar. Cuanto peor pensamos sobre los colores del vivir, más se tiñen de oscuros los amaneceres de éste. Es así. Todo está conectado, y no sólo lo decía Macaco con su: “Que todo va unido, que todo es un ciclo, la tierra, el cielo y de nuevo aquí.” También te lo digo yo y cualquiera que ha decidido dejar atrás la supervivencia.
La clave está en no privarse de ningún miedo. Es raro que te diga esto, pero creo que es así. Cuando los has sentido todos, es cuando has podido deshacerte de ellos para ser consciente de qué te conviene en el sonreír. Qué es lo que te gusta. Muy parecido a cuando rechazamos una comida diciendo que no nos agrada sin haberla probado. Muy parecido o muy idéntico, diría yo. Pruébala para, posteriormente, darte el lujo de rechazarla y alimentarte de las que te encantan.
No tengas miedo de tener miedo. Es más, ¡ten miedo!, te lo ordeno. Él nos va a cargar de energía para superar ese bache. Ya te lo he dicho, no hay nadie más grande que tú… ni el propio temor. Alíatelo a tu vida. Hazlo compañero. Sácalo a flote cuando te convenga y, deja que te cuente todas aquellas cosas que te harán sufrir… pero más aprender. Sabes de sobra (confío en tus ansias) que el imán que forma nuestro cuerpo, es para atraer el equilibrio a nuestra vida. Si se te pega algo que no te gusta… deséchalo. Pero escúchalo.
Tampoco te tapes los oídos ni cierres los ojos a nada. Sé que si lo haces, no es cuestión de cobardía, simplemente de protegernos las espaldas. Pero, te cuento que en realidad te las vas a proteger cuando afrontes los problemas. Los dilemas. Retírate esos cascos que refugiaban tus oídos y destapa tus bonitos ojos para escuchar y mirar a la cara a los puñales. Si sabes manejarlos, vas a poder cortar las imperfecciones de las decisiones que te cambiarán el existir. Si los esquivas, cortarán tus propias decisiones dejándolas en pedazos. ¿Me entiendes, a que sí? Lo sé, te noto con ganas.
Nada es eterno, recuérdalo siempre. Los extremos están más cerca de lo que crees y las distancias sólo las creamos nosotros. Puedes conseguir aquello que quieres sólo si lo intentas. El hecho de haberlo realizado, es el logro. Te costará verlo, pero dentro de ti ya está sentida esa satisfacción (mírala porque la tienes).
Deja de prepararte tanto para vivir, y piensa más en la pérdida. No te centres en ella, pero tampoco la ignores. Sólo cuando seas capaz de despertar valorando lo que tienes y meditando que mañana puedes dejar de existir, es cuando estarás en tu máxima plenitud para caminar sin (tantas) preocupaciones. Sólo las de tus deseos. Yo empecé a aprender a vivir cuando aprendí de la muerte.
Déjame que te vuelva a decir que, el método de levantarte de un tropiezo, sólo nace de tus ganas por hacerlo.
Pero no te agobies si hoy no puedes. Yo te entiendo. Y yo estoy contigo para darte el abrazo que tanto necesitas…
…¿lo estás sintiendo? 

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